La vida consiste en un incesante movimiento, cuya salvaje armonía es imposible que capten los cobardes. Consiste en un paisaje siempre desconocido y opulento e inabarcable, que excede las intenciones de los pacatos y los tristes. No seáis perdedores de antemano; no empecéis por ceder antes de la batalla. Rebelaos. Estáis llamados a la felicidad más alta: ser escritores, escultores, pintores, músicos, creadores en una palabra. No os conforméis con esa felicidad en calderilla que proporciona el atenerse a las humildes normas cotidianas, ellas sí complacientes y raídas…
¿Seguridad? Nada más inseguro que aquello que logra, de repente, hacer feliz el corazón humano. Gracias a la inseguridad progresa el hombre, descubre, inventa, explora, se mezcla con lo nuevo y se renueva él mismo (aquí en la Fundación, durante vuestra estancia, lo habéis podido comprobar). Lanzaos a la empresa más ardua: ser vosotros. ¿Qué meta os propondréis, en qué sentido vais a avanzar? Da igual: el mundo es infinito; la vida es infinita; cualquier seguridad es falsa y, de momento, no hay hogar. Todavía estáis en la hora de la peregrinación. Todavía estáis en esa hora en que el camino es mejor que la posada. Y espero y deseo que vuestro paso por esta casa, que ya es la vuestra, os ayude a hacerlo más llevadero.
Y os insto, con pasión y con brío, a que seáis auténticos amigos. Y os ruego que seáis sinceros siempre, con una sinceridad profunda y nada parlanchina. Y, sobre todo, que seáis fieles cada cual a sí mismo, y leales con los otros. Para no fracasar, para crecer, antes que nada, es preciso conocer nuestros límites: dónde nos acabamos y hasta dónde conducen nuestros sueños. No decirnos en esto la verdad es traicionarnos y traicionarlo todo.
Y os deseo que no os defraudéis a vosotros mismos nunca; que consigáis la felicidad ahora y después. Sobre la mentira no construyen la felicidad más que los ilusos y los necios… Aspirad a la altura; sed dúctiles y francos, pero sed duros si es preciso. Y sangrad siempre que sea imprescindible: la sangre se remoza. Ojalá lleguéis a ser como yo os imagino: fuertes y realistas, soñadores y fuertes. La felicidad a la que siempre he aspirado y que os deseo es la alta y honda satisfacción de saber quiénes queremos ser, y que lo estamos siendo, o que nos aproximamos más cada día a serlo (espero que a ello os haya ayudado vuestra estancia aquí).
Y, sobre todo, no olvidéis vuestro paso por la Fundación, y por Córdoba, y recordad siempre su lema: pone me ut signaculum super coor tuum (ponme como una señalita sobre tu corazón).
Hasta siempre. Tenedme con vosotros. Pero, aunque me olvidaseis, hasta siempre también.
Antonio Gala